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  • Iván Delgado Sánchez

Fast & Furious: el arte de reinventarse



La cultura pop de los primeros años del nuevo milenio estuvo definida por la combinación de una serie de factores. Los excesos que habían marcado los 90 en forma de armas tochas, hombres musculosos y tías buenas se unieron a los inicios del reggaeton para dar a luz a esta saga que aún estaba lejos de encontrar su verdadera esencia.


Cuando se estrenó la primera entrega de la serie A todo gas (originalmente The Fast and the Furious), yo no tenía más que 3 años, por lo que mi juicio no llegaba más allá de qué Teletubbie era mi favorito. Conforme fui creciendo, la saga estaba demasiado vinculada (no sin motivo) a los canis y por tanto yo, que era un chico alternativo al que le gustaba el rock y veía pelis de Nolan, no quería acercarme a la saga ni con un palo.


Las tres primeras entregas están claramente marcadas por la estética tuning, con coches wapos y música marronera, lo que hizo que el movimiento cani las tomase por bandera. El protagonista de estas películas (con la excepción de la tercera cinta) es Brian O'Conner (Paul Walker), un policía infiltrado en el mundo de las carreras ilegales para atrapar a Dominic Toretto (Vin Diesel) y su banda, aunque ya en la primera película O'Conner termina ganándose el respeto de estos al traicionar al FBI. Las tramas en estas películas son simples y no varían mucho de una película a otra. Además, la acción no se aleja demasiado de meras carreras de coches salpimentadas con alguna que otra filigrana.


Parecen los chungos de tu barrio pero no, son los protagonistas de 2 Fast 2 Furious.


La tercera película The Fast and the Furious: Tokyo Drift (estúpidamente titulada en España A todo gas: Tokyo Race) se alejaba completamente de la trama de O'Conner y Toretto y tenía como protagonista a Sean Boswell (Lucas Black), un estudiante que llegaba a Japón para empezar una nueva vida, pero rápidamente se ve involucrado en problemas con la Yakuza. Aunque la primera cinta de Justin Lin a cargo de la licencia es la que menos me gusta por su poca conexión con la trama principal, ya se podían atisbar ciertos elementos que llevarían al director a hacer las mejores películas de la franquicia en los años venideros.


En 2009, con ya el universo de Fast and Furious más que asentado, Universal decidió llevar a cabo un soft reboot en la cuarta entrega, para así entrar en la nueva década dándole un lavado de cara a la saga. La cuarta película tomaba el título de Fast & Furious, jugando con el nombre de la primera cinta y extendiéndolo a toda la 'Familia Furious', el grupo liderado por la alianza entre Brian O'Conner y Dominic Toretto que sería introducido en esta película y se convertiría en el corazón de la franquicia. En España se mantuvo el título original por primera vez desde que dio inicio esta serie, abandonando el macarra A todo gas y abrazando la sensación de renacer que llevaba consigo este nuevo episodio. Aunque se retomaba la línea argumental de las primeras dos películas, Justin Lin recuperaba en esta entrega a un secundario de lujo de su anterior cinta, Han (Sung Kang), vinculando así Tokyo Drift a la continuidad principal de la franquicia.


La nueva etapa de Fast & Furious ya estaba lista, pero aún estaba por llegar el cambio más importante. Con Fast Five la saga daría su salto al mainstream, abandonando completamente su estética callejera y sumiéndose de lleno en la acción para convertirse en puro blockbuster. En esta película, el grupo protagonista se consolida como una familia para hacer frente al personaje de Dwayne Johnson, el agente Luke Hobbs, una de las incorporaciones más importantes de esta nueva era. Siendo una gran thief movie con excelentes persecuciones, la tercera película de Justin Lin a cargo de la licencia es para mí el apogeo de la saga, dando inicio a la época dorada que todavía vive la franquicia.


Aunque esta imagen es de la octava película, es el tipo de acción que llegaría en esta nueva etapa.


La transformación en blockbuster se había completado, pero la continua metamorfosis de Fast & Furious no iba a parar ahí. Ante el exitazo que fueron Skyfall y Misión Imposible: Protocolo Fantasma en taquilla, la franquicia fue girando hacia tramas de espionaje cada vez más complejas, con la 'Familia Furious' abandonando completamente la vida criminal para enfrentarse a organizaciones malvadas que quieren acabar con el mundo.


Durante las siguientes películas, el fenómeno F&F fue un crescendo constante, incluso entrando con Furious 7 en el exclusivo club de las películas que han recaudado 1000 millones de dólares. Esta cinta fue clave en la continuidad de la saga ya que sería la última aparición de Paul Walker interpretando a Brian O'Conner, debido a su repentina muerte en un accidente de tráfico. A pesar de todo, el film salió adelante y consiguió dar un emotivo cierre al personaje que había sido la cara de la franquicia durante tantos años.


La última aparición de Paul Walker en la franquicia es su hermano con su cara puesta encima con CGI.


Dos años después llegaría la prueba de fuego de la saga. The Fate of the Furious era la primera película (sin contar Tokyo Drift) en la que no aparecía Paul Walker, pero esto no fue un problema para la saga más versátil de la historia. Tirando de un reparto compuesto por los ya habituales Vin Diesel, The Rock y Jason Statham entre otros, y la incorporación de grandes celebridades como Charlize Theron y Kurt Russell, la saga volvió a superar los 1000 millones en taquilla y dejó claro que aún quedaba Fast & Furious para rato.


Si bien durante las diferentes películas de la segunda 'era' de la licencia, los excesos en la acción eran cada vez mayores y las habilidades de sus personajes se volvían cada vez más increíbles en todos los ámbitos, la franquicia aún estaba por dar el salto al cine superheroico. Con Marvel Studios reventando el recaudómetro con sus últimos estrenos y Vengadores: Endgame estrenándose ese mismo año, este salto llegaría por fin a los cines de la mano de Fast & Furious: Hobbs & Shaw, el primer spin-off de la saga. Dwayne Johnson y Jason Statham (probablemente lo más parecido a superhéroes que tenemos en el mundo real) debían hacer equipo a pesar de sus diferencias para enfrentarse al personaje de Idris Elba, un humano mejorado hasta el punto de ser conocido como 'el Superman negro'. Esta película demuestra que a la licencia no le queda complejo alguno, dándonos algunas de las secuencias de acción más impresionantes del cine palomitero, sin dejar de lado el tema principal de la franquicia: la familia.


The Rock o Chris Evans, ¿quién agarra mejor los helicópteros con la fuerza de su bíceps?


Quizás con este repaso a la saga no haya conseguido convencer a nadie de lo entretenida y divertida que es esta franquicia, y a muchos les seguirán pareciendo simplemente películas para Machos™, pero espero que a muchos otros al menos les haya picado la curiosidad como me ocurrió a mí a principios de año y Fast & Furious se convierta en el guilty pleasure de cada vez más gente.


No sabemos con qué nos sorprenderá la franquicia en el futuro, y menos ahora que parece haber desentendimiento entre Vin Diesel y The Rock, los protagonistas de la serie principal y el spin-off respectivamente. Lo que sí sabemos es que nos queda acción, coches y hostias para rato porque ya están confirmadas la novena y décima entrega de la icónica cabecera.

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