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  • Iván Delgado Sánchez

Alien: el octavo refrito



Todo el mundo ha escuchado hablar de Alien y su saga alguna vez. Se podría decir que es la película que definió un género que tan de moda está ahora: el terror espacial. Sin Alien: el octavo pasajero, películas como Life o Apollo 18, por nombrar algunas, probablemente no existirían. Lo que yo me pregunto es si Ridley Scott debió conformarse con eso, que no es poco.


El director decidió extender la idea del alien más allá de lo que debió ser solo una película. LA película. Y es que ya no entro en si las precuelas debieron existir o no, si no en las propias secuelas de la original (secuelas que no he visto, pero como no estoy aquí para analizar su calidad, eso no importa demasiado).


Scott hizo lo impensable creando, a finales de siglo, un monstruo al más puro estilo clásico. Temible por su sola presencia pero a la vez elegante, con un diseño icónico como pocos en las últimas décadas. El xenomorfo no necesitaba explicación, ni un motivo. Joder, es un puto alien en una nave espacial, ¿cuál va a ser su objetivo sino matar? Era una criatura terrorífica a la que nos moríamos de ganas por ver, aunque la película nos la mostrase muy poco a poco (otro acierto de los muchos de la película).

Si es que acojona solo de pensarlo.

¿Qué decir de Ripley? Su inteligencia y coraje marcaron a fuego su nombre en la historia del cine. Uno de los personajes femeninos más famosos y la única que logra salir impune del ataque de la bestia. Junto a la princesa Leia pusieron los cimientos del nuevo arquetipo femenino, alejado de la típica dama en apuros.

Esta sí que acojona. Xenomorfos a ella.

Pero en vez de parar ahí, Ridley Scott y James Cameron decidieron llevar a cabo una secuela, y luego una tercera película, y una cuarta, y Alien vs Predator... Extendiendo muy innecesariamente lo que para mí es una peli casi redonda. Pero la cosa no acaba ahí porque en 2012 nos encontramos con que nuestro buen amigo Scott quiere sacar una precuela hablando sobre el origen de los xenomorfos, Prometheus. ¿Pero a quién coño le importa el origen de un alien? Vale, a la mayoría. Los frikis somos así: cuando algo nos gusta queremos saber más y más sobre su mitología.


Y ese es el problema, esta saga nunca debió haberse convertido en sensación más allá del reconocimiento por lo que es, una de las mejores películas espaciales de la historia. Por compararla, debió ser algo así como Tiburón: redefinir el género y conformarte con ello.


Y espera, porque esto continua. Este año ha salido la segunda precuela de lo que parece que será el segundo paso de una trilogía de origen (cuánto daño hizo Star Wars...). Alien: Covenant sigue ampliando la historia de cómo los Ingenieros, los seres humanoides (¿o debería ser al revés?) introducidos en Prometheus, xenomorfos y humanos están relacionados. Ridley Scott tira de manual, calcando prácticamente la estructura de la película original, para seguir filosofando sobre el creacionismo como ya hizo en su antecesora.

Los Ingenieros, a los que les debemos mucho de esta saga.

Aunque esta trilogía anterior está aportando mucho a nivel de trasfondo a la criatura creada en 1979, el guión está dejando mucho que desear, bajando aún más el listón de unas secuelas ya de por sí pobres. Y es que, como le leí a Dayo, en una crítica que hizo a la última de esta saga, Scott es un director que nos ha dado películas para la posteridad como Gladiator y Blade Runner y por ello se le perdona todo. Sin embargo, no deberíamos hacerlo.

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